Último día en París y quería ver muchísimas cosas, así que nos pusimos en marcha. Tras abandonar nuestro hotel en el Barrio Latino, nos dirigimos a desayunar y nos quedamos flipados con el precio: dos tostadas de mantequilla y mermelada y dos cafés 15€!!! Oh my God!!! Pues va a ser verdad eso de que París es una ciudad muy cara…
Tras este sablazo, cogimos el metro y nos dirigimos hacia nuestra primera parada: el Museo del Louvre!
MUSEO DEL LOUVRE
Es el museo más importante de Francia y uno de los más visitados del mundo. Se encuentra alojado en el Palacio del Louvre, una fortaleza del siglo XII que fue ampliada y reformada en diversas ocasiones. Antes de convertirse en museo fue residencia real de algunos monarcas como Carlos V y Felipe II. Tras el traslado de la residencia real al Palacio de Versalles, el edificio comenzaría su proceso de transformación en museo.
En 1989 se construyó una pirámide de cristal que rompe con la monotonía de los grandes bloques clásicos del museo.
Nosotros nos conformamos con admirar la enorme plaza que alberga las pirámides y la imponente fachada del edificio, ya que visitar su interior nos llevaría, como mínimo, un día entero, y no disponíamos de tanto tiempo.
PALACIO REAL
El Palacio Real se encuentra a tan sólo diez minutos del Museo del Louvre y vale la pena visitar su precioso patio interior que se presta a hacer multitud de fotos. Lo más llamativo son sus columnas blancas y negras de distintas alturas. Fueron añadidas en 1986, hace tan sólo 31 años.
A pesar de su nombre, no fue construido como residencia para los reyes, sino para el Cardenal Richelieu. El edificio fue donado a la corona francesa tras la muerte del cardenal, y los Duques de Orleans lo convirtieron en su residencia. Un año más tarde, Luis Felipe José de Orleans decidió remodelar los jardines y abrirlos al público. Aunque no destacan por su gran tamaño ni por su belleza, es bonito dar un pequeño paseo por los jardines que rodean el palacio.
JARDINES DE LAS TULLERÍAS
Nos dirigimos ahora camino a la Plaza de la Concordia y, para ello, atravesamos los Jardines de las Tullerías, situados entre esta plaza y el Museo del Louvre. Reciben su nombre de las fábricas de “tuilles” (“tejas”) que antes se encontraban situadas en este lugar.
Los jardines se convirtieron en lugar de celebración de las lujosas fiestas del siglo XV. Tras el traslado de la monarquía a Versalles, quedaron en el abandono y no volvieron a recuperarse hasta su regreso. Posteriormente, Napoleón ordenó la construcción del Arco de Triunfo del Carrusel, uniendo los jardines con el Louvre.
En la actualidad se han convertido en un agradable paseo rodeado de jardines de carácter público donde cientos de parisinos y turistas pueden tomarse un descanso. Nosotros, de hecho, lo hicimos, descansando en sus famosas sillas de color verde que puedes mover y colocar donde te apetezca.
PLAZA DE LA CONCORDIA Y OBELISCO DE LÚXOR
Situada entre los Jardines de las Tullerías y los Campos Elíseos, la Plaza de la Concordia es una de las plazas más representativas de París y la segunda más grande de Francia.
Durante la Revolución Francesa se convirtió en un sangriento escenario debido a la instalación de la guillotina en la que murieron decapitados María Antonieta, Luis XVI o Robespierre, entre otros. Al finalizar el régimen del terror, en 1795, la plaza fue rebautizada con su nombre actual.
En 1840 se colocó en su centro un enorme obelisco proveniente de Lúxor y donado por el virrey de Egipto. La plaza sólo está cerrada por uno de sus lados, donde se encuentran los imponentes edificios de la sede del Ministerio de la Marina y el Hotel de Crillon, uno de los más antiguos y lujosos del mundo.
PUENTE ALEJANDRO III
Se trata del puente más bonito de todo París y une la explanada de los Inválidos, a un lado del Sena, con el Grand et Petit Palais del otro. Fue inaugurado con motivo de la Exposición Universal de 1900. Alberga una gran cantidad de decoración que sirve de contrapeso. Una de sus características es su decoración con farolas, esculturas de querubines y ninfas. Grandes estatuas doradas se sitúan a cada extremo del puente sobre pilares de granito de 17 metros de altura. Como curiosidad, cada uno de los adornos del puente fue encargado a artistas diferentes.
BARRIO DE MONTMARTRE
- MOULIN ROUGE
Cerca del Puente de Alejandro III cogimos el metro para dirigirnos al pintoresco barrio de Montmartre. Bajamos en la parada de Pigalle y desde allí fuimos en busca del cabaret más famoso de todo París y, me atrevería a decir, del mundo entero.
Si hay algo que me llamó la atención en dirección al Moulin Rouge por el Boulevard de Clichy fue que todas las tiendas de la calle eran de temática erótica: ropa interior, cines porno o artículos eróticos. Y a la altura de la Rue Blanche se encuentra el mítico cabaret.
Fue creado en 1889 y es mundialmente conocido por su Cancán francés, plumas, lentejuelas y brillo. Nos conformamos con ver su famosa fachada roja con las aspas de su molino dando vueltas, pues la entrada al espectáculo es bastante cara, además de ser nocturna, y nosotros aún teníamos cosas que ver y esa misma tarde regresábamos a nuestro “campamento base” en Bruselas.
- SACRE COUR
Desde el Moulin Rouge comenzamos a subir por las calles de Montmartre en dirección a la basílica del Sacré Coeur. La subida, ya de por sí, es bastante tortuosa, con empinadas calles, algunas de ellas con unas escaleras infinitas, pero si encima subes a finales de agosto y a 32 grados, puedes morir en el intento (que es lo que nos pasó a nosotros). A pesar de ello, una vez allí te das cuenta de lo mucho que ha valido la pena. Para llegar también puedes coger el funicular y, así, ahorrarte los 197 escalones, por lo que vale la pena pagar el billete.
La basílica destaca por su color blanco y se encuentra situada en lo alto de una colina de 130 metros de altura desde donde se contemplan unas impresionantes vistas de París. Se puede subir hasta su cúpula, aunque las vistas no son demasiado interesantes y el precio es bastante elevado: 8€/persona. Existen otros lugares desde donde obtener mejores vistas de la ciudad, como el Arco del Triunfo o la Torre Eiffel.
En los alrededores del Sacré Coeur hay numerosos restaurantes y tiendas. Es recomendable dar un paseo por Montmartre y descubrir por qué se llama el “Barrio de los pintores”.
Y el viaje a París había llegado a su fin. Desde el Sacré Coeur nos dirigimos caminando hacia la estación de tren París-Nord, situada a 20 minutos caminando. Había sido un sueño visitar la ciudad de la luz y me quedé con ganas de más, ya que sólo estuvimos dos días, nos faltaron muchas cosas por ver, y las que vimos fue muy rápido y no pude saborearlas como a mí me gusta. Así que, París, tenemos una visita pendiente para disfrutarte con calma. Nos vemos pronto.